De nuevo me vuelvo a dejar ver por aquí para volver un poco a lo inicios del blog. Debido a que comparto coche con mi madre y últimamente ella lo necesita más a menudo, estoy volviendo a coger el bus, el de siempre, con los mismos destinos, pero sin caras tan familiares como antes... es lo que tiene dejar de coger una línea todos los días y volver a cogerlo años después cuando, incluso los que bajaban en la facultad ya han acabado la carrera. Igualmente, siguen pasando las mismas cosas. Hoy os cuento mi encuentro con Paula.
Este jueves pasado después de una práctica que me dejó un poco alicaída de mal humor, subí al autobús sin muchas ganas. Sólo quedaba un asiento y la señora que acomodaba el cochecito de la que parecía su nieta lo más próximo posible al asiento en el que quería sentarse había reservado el penúltimo asiento libre y el primero que entraba por la vista. El último lo ocupó una chica que, después de pretender devolverle el bolso a la señora para sentarse ella en su lugar (como si no fuera evidente que lo había dejado allí a propósito) fue corriendo a coger antes de que a mi se me ocurriera acercarme. Como me daba igual y me apetecía estar en un sitio más despejado pasé el viaje junto a la puerta. En el carrito algún niño o niña lloriqueaba de vez en cuando y (imagino) su abuela se pasó meneando el carro a ratos cada vez que pasaba. Cuando ya nos aproximamos a paradas en las que empezaaba a bajar más gente me puse junto al carrito.
Una niña pequeña que apenas tendría un año y medio o así gimoteaba con las mejillas y la nariz mojada y cara de enfado contra la pared del cochecito hacia mi lado. Al ver movimiento, se giró y le sonreí. No quería mirarla insistentemente así que me distraje mirando por la ventana. Volví a mirarla y se había incorporado un poco y curioseaba mi mochila de búhos y mi chaqueta, de nuevo me distraje con la ventana y luego noté que me miraba ella a mi... Me miraba y le contesté con una sonrisa. Y de repente, la última reacción que esperaba, en lugar de sonreír o seguir a lo suyo, se tapó los ojos. Y, bueno, no los destapaba...
- Uy, se ha escondido... ¡ya no está! ¿Dónde está?
En respuesta se destapó los ojos y si había llorado lo único que le quedaban eran las dos manchas negras de las mejillas, sonreía.
- ¡Ay! ¡Ahí está!- la nena se tapó de nuevo los ojos - ¿dónde está? no la veo... ¿se habrá escondido?...
Miré a la abuela sonriendo y amablemente me susurró que se llamaba Paula, así que la estuve llamando, como si no la encontrara, pero seguía igual. Al final decidí cambiar el juego y le dije que si no salía ella, me escondía yo y me fui detrás del cochecito. Tardó si llega un segundo en destapar los ojos y buscarme, enseguida me asomé con un ¡¡BU!! y rompió en cacajadas.
Tras hablar con la abuela un poco de lo aburridos que son los viajes de bus para los niños y las horas que eran, llegué a la parada, nos despedimos las tres y la mujer me dio las gracias. Fue una chorrada como para describirlo con tanto detalle, lo sé. Pero igual como yo, Paula estaba de mal humor y no tenía ningunas ganas de subir en aquél autobús igual que yo, para mi fue un momento maravilloso en que las dos nos animamos mutuamente jugando, creo que ella con más iniciativa que yo. Fue el mejor momento de aquella tarde.
Después de aquello en ratos sueltos me he acordado de lo que le dije a su abuela "Si para nosotros es aburrido, para los niños ir en autobús es todavía más aburrido y siendo las horas que son, encima, cansada, es normal que esté así". La percepción del tiempo es muy relativo, relativo a si lo pasas bien, a si haces algo o no, y relativo al tiempo que has vivido.
¿A cuántos niños hemos visto nerviosos o cuántas veces nosotros mismos cuando éramos pequeños nos pasábamos el rato preguntando, cuánto faltaba para llegar, cuándo íbamos a hacer algo, si fulanito iba a tardar mucho? Los niños siempre son unos prisas, llevan muy mal esperar, pero... ¿nos hemos parado a intentar recordar la sensación de esperar 15 minutos cuando teníamos, no sé, 6 años? No sé vosotros, pero a mi los cigarros de mi madre y los cuartos de hora me parecían eternos.
Ahora vamos a pensar cuántas veces hemos oído a gente más mayor que nosotros decir la frase "¡Qué rápido pasa el tiempo!". Muchas, ¿eh? ¿Qué me decís de lo rápido que se os han pasado los dos últimos veranos en comparación con los anteriores? O la Navidad... En mi caso, esta última semana parándome a pensar me he dado cuenta que en comparación con esos "eternos cuartos de hora" ahora puedo esperar media hora sin problema y no me parece TAN desesperante como aquellos 15 minutos.
¿No será que en proporción a lo vivido, media hora a los 23 años no es nada en comparación con 15 minutos a los 6?
Y con esto, me voy a leer un rato antes de dormir, recuperando las viejas costumbres. Ya sabéis, si os toca esperar un par de horas en alguna cola o alguna sala de espera, pensad en proporción de tiempo alcanzado. Si hay que esperar hora y media y ya ha pasado una, pensad, que sólo os queda esperar la mitad de lo que ya habéis esperado. ;D
Be HaPpy PeoPle~!!
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