
El curso empieza con ilusión, las ganas de volver, de ver a los compañeros, pero el autobús se hace pesado.
A las ocho de la mañana el autobús está tan lleno que un asiento libre parece un milagro, por pronto que intente levantarme, siempre pierdo el bus de menos veinte. Lo cual no acaba de estar mal si al menos el iPod tiene batería, de lo contrario, el viaje puede ser eterno.
La vuelta no es tan grave, pero muchas veces, a las nueve, tampoco hay sitio y normalmente, al ser entretemporada no se considera oportuno encender el aire el aire acondicionado. Mucha de la gente que va en el autobús, considera que tiene más prisa que tú y con más derecho puesto que trabajan y tú eres más joven. Se apoyan en las asas y los palos sin permitirte cogerte, empujan cómo si les fuera la vida en salir los primeros o te miran con desdén porque al quitarte la chaqueta lo has rozado sin querer.
Pero obviamente, sólo es la gente molesta, hay todo tipo de gente en los autobuses. Y todos los años a principio de curso, cuando ya estoy asqueada de ir en autobús hasta cuatro veces al día y veo un curso negro suplicando a la gente que me lleve en coche, pasa algo pequeño y grande a la vez, que me alegra un mal día y las horas de viajes sin música, libro, asiento, empujones y demás gente que detesta demasiado el autobús.
El año pasado, cuando iba al único examen de diciembre al que me presenté, llegaba tarde y estaba agobiada e insegura, sinceramente, estaba a punto de darme un espasmo en el autobús. De repente, tras una conversación con la señora de enfrente, un hombre mayor empezó a contar chistes, lo que empezó con la sonrisa de unos pocos, acabó con las carcajadas de todo el autobús, incluido el chófer. Creo que fue el mejor viaje a la universidad que he tenido. Un buen regalo de cumpleaños, supongo.
Este año, ha sido más pequeño, pero me ha devuelto cierto optimismo.
No había demasiada gente esperando en la parada y, cómo no, después de un día pesado, vi cómo el autobús arrancaba a lo lejos, así que había visto ir llegando a la gente. Las primeras que llegaron fueron una nena árabe, con su madre y su abuela, no llegaría a los dos años. Estuvo correteando y jugando con su madre delante de la parada, mientras esperaba y ya arrancó las primeras sonrisas. La siguiente fue una estudiante, víctima de las borregadas del día, con tres B's pintadas en la cara, con pose tímida. Todas entraron antes que yo. La madre con la niña se sentaron en el asiento grande de espaldas a la izquierda y la abuela enfrente del de la derecha, justo enfrente de la estudiante novata.
La nena estuvo hablando con su madre, atenta a la gente del autobús, la madre la amamantó y luego siguió mirando a la gente y por la ventana. Hasta que se quedó estupefacta con las B's de la borregada, le señalaba y se lo comentaba a su madre en árabe algo que por el tono, parecía ser algo INCREíBLE...
Creo que por estas pequeñas anécdotas, merece la pena todo lo demás...
Be HaPpy People~!!^^
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